Sentirse extranjero como consecuencia de la pérdida de identidad.

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Autor: Ausias Cáceres Canet, Estudiante en prácticas en el Instituto de Derecho Iberoamericano.

Navegar por redes y descubrir información acerca de los distintos conflictos bélicos actuales es algo común hoy en día. No obstante, los titulares no nos sorprenden, no nos extrañan y tal vez dediquemos unos pocos segundos a repasar la información y continuamos consumiendo más contenido sin reflexionar, tan siquiera, sobre la barbarie que impregna el siglo XXI.

Llámese ignorancia, despreocupación o indiferencia incluso, pero estas actitudes impiden ver el preocupante panorama actual, ya que, en este momento, según el Índice de Paz Global 2025, se reportan 56 conflictos armados, incluso 100 según qué definición se tenga en cuenta, es decir, el pico más alto desde la Segunda Guerra Mundial. Dicho acontecimiento se engloba en el siglo XX, el cual ha estado marcado por el sufrimiento, la desesperación y la atrocidad. Sin embargo, esa verdad no es un recuerdo que se pierda en la lejanía, sino más bien está presente, acechando la paz, la tranquilidad o incluso la vida de quienes solo sueñan con una calma arrebatada por un conflicto oscuro e inhumano.

La presencia de estas desigualdades da lugar al nacimiento de un proyecto, donde la solidaridad y la voluntad se cogen de la mano para brindar al mundo una luz de esperanza, un mensaje que grita: no estáis solos. Así nace la red internacional de Falling in Law, la cual no solo es un puente entre el derecho y la cultura, sino que va más allá con la creación de Art.34, un grupo de estudiantes que, mediante canciones apoyadas en la letra de Rigel Bellombra, deciden responder a las desigualdades sociales. Non bastano gli eroi, Dal profondo del cuore o Straniero son algunas de ellas.

Desde las pasadas guerras de Irak o Afganistán hasta las más actuales de Ucrania o Palestina se ha apreciado un claro acontecimiento: un sentimiento de pérdida de identidad, una sensación de sentirse extranjero en su propio mundo, (“no puedo evitar que yo me sienta extranjero” así como recalca la canción “Straniero”). Este sentir es la consecuencia de unas heridas que no cicatrizan, donde se halla marcado el dolor por la pérdida de coraje y fuerza para poder seguir luchando y encontrar una salida al camino de la paz.

Antes de todo hay que acudir a la causa primera; ¿qué es la guerra? Según Leo Tolstoi, en su libro “Guerra y Paz”: “la guerra es una fuerza caótica y absurda dentro de la historia humana, donde los individuos tienen poco control”. Como índica el novelista, es un acontecimiento que ha estado presente a lo largo de la historia de la humanidad, ya que en su origen las guerras pretendían conseguir conquistas de nuevos territorios para poder alcanzar más poder como Estado. No obstante, con el paso de los siglos, las guerras han ido dirigidas a alcanzar objetivos distintos, por ejemplo: la demostración de superioridad militar, la voluntad de ocupar territorios con recursos naturales o incluso impedir que un Estado forme parte de una organización internacional. Todos estos objetivos podrían encontrar una solución en el diálogo, evitando así daños inimaginables y vidas que se pierden por la lucha de ideales que nada tienen que ver con aquellos que pagan las consecuencias, obligados a darlo todo a cambio de nada, como dijo Erich Maria Remarque: “La guerra no es más que una masacre de gente que no se conoce, en beneficio de gente que sí se conoce, pero no se masacra.”

Todo esto se ha podido ver reflejado en las recientes contiendas armadas, por ejemplo, con el conflicto entre Israel y Palestina, el cual no ha nacido recientemente, sino más bien tiene su historia, concretamente en 1917 con la Declaración de Balfour, donde el Estado Británico decidió reubicar a los judíos en la región de Palestina (Imperio Otamano en ese momento).

En consecuencia, el desplazamiento era cada vez superior, por lo que se deducía la existencia de un futuro conflicto. Por este motivo, la ONU decidió tomar cartas en el asunto dividiendo Palestina de Israel, creando así un descontento en ambas comunidades. Tiempo después, con la resolución 181, se estableció la existencia de dos Estados, dando lugar a una guerra entre ambos, donde Israel consiguió definirse como tal. A raíz de estos acontecimientos, se desarrollaría un grupo radical que buscaría la instauración de un Estado islámico en la región histórica de Palestina.

Este conflicto es tan solo un ejemplo de cómo una controversia territorial puede derivar en una guerra prolongada durante 75 años, donde los intereses particulares se han llevado por delante más de 60.000 vidas, es decir, el bando de los perdedores, como siempre, son los civiles al verse privados de todos los derechos humanos.

No obstante, existen muchos más conflictos armados que desestructuran países enteros, llevándose miles de vidas por delante. Por ejemplo, Nigeria lleva más de una década siendo atemorizada por grupos extremistas islámicos, los cuales pretenden acabar con la presencia del catolicismo en el país. En consecuencia, esta causa se ha llevado por delante más de 16.000 vidas entre 2003 y 2009, según el Observatorio para la Religión en África. En este caso, se puede pensar si el choque de una ideología con otra es motivo suficiente para cobrarse vidas inocentes que nada tienen que ver con el caso, como la de aquellas 276 niñas de un colegio cristiano que fueron secuestradas en 2014 en una región de Nigeria (Chibok).

Los infantes no tienen la madurez suficiente como para entender qué está ocurriendo y por ello no encuentran una respuesta a todas sus preguntas. No obstante, con o sin respuesta, son los que más dificultades tienen ya que, aunque no lo lleguen a comprender, ven delante de sí mismos, “entre sueños perdidos y cielos incendiados”, el detrimento de esperanza, de posibilidades para alcanzar un futuro digno o, tal vez, de una vida cotidiana sin mayores lujos. Todo ello se esfuma rápidamente sin tiempo para poder actuar al respecto; una fuga de anhelos de la que no se es consciente.

Al hilo del tema, se hizo viral en redes sociales una frase que un niño, mientras veía las noticias sobre los acontecimientos armados, dijo a su madre:¿mamá, porque existen las guerras? Su madre, ante la profunda pregunta de su primogénito, no supo exactamente que responder para aclarar su duda. Sin embargo, antes de obtener una respuesta, él mismo dedujo la contestación: yo creo que existen porque hay personas que no saben ponerse de acuerdo. Tal vez, en la inocencia de los niños se encuentre la respuesta a muchas de nuestras preguntas.

En otro orden de ideas, es lógico reflexionar sobre la gran maldad con la que operan las personas al frente de estos conflictos bélicos, la crueldad que se halla presente en sus decisiones o incluso el afán de victoria que ciega como una venda en los ojos e impide ver la realidad. Sin embargo, Hannah Arendt expone en su obra “La banalidad del mal” una idea que puede parecer disonante con la opinión general, pero que no se aleja de lo coherente. Esta obra gira en torno a la idea de maldad y crueldad presente en el holocausto nazi, concretamente, en aquellas cabezas pensantes de la “decisión final”. Sin embargo, la autora no tacha de monstruos o psicópatas a aquellos que se llevaron por delante la vida de millones de inocentes, sino que más bien argumenta la falta de pensamiento crítico, es decir, había una necesidad de acatar una orden, sin reflexionar o preguntarse porqués. Por ello, solamente se tenían que seguir unas directrices, ausentes de cualquier tipo de reflexión. Por este motivo, la autora nos explica que el mal no reside en la voluntad cruel, sino más bien en la renuncia al pensamiento crítico.

A pesar de la crítica, para que esta se materialice, hay que actuar como sociedad en busca de la justicia para poder construir un mundo civilizado carente de destrucción. No obstante, una realidad sin conflictos armados puede parecer una visión utópica, pero no por ello deben de decaer las iniciativas que buscan recorrer el camino de la igualdad y sensibilización con los más afectados. Es por ello, que la canción “Straniero” transmite un mensaje con el que se pretende dar la mano a todas aquellas personas que se sienten confundidas o que han “pérdido el coraje” para seguir luchando. Por este motivo, proyectos como el llevado a cabo por el grupo Art.34, suponen un avance en la conciencia colectiva, incluso es más esperanzador si cabe, cuando proviene de estudiantes y profesores, como Antonio Albanese, que, bajo el seudónimo de Rigel Bellombra, ha desarrollado el mensaje a través de la letra que da forma a “Straniero”. Esto supone entrelazar la empatía social con el derecho, la cultura y el arte que caracterizan a Falling in Law.

Estamos ante un proyecto ambicioso que lanza un mensaje esperanzador ante el sufrimiento de algunas poblaciones: “quiero saber de ti, preguntarte si eres feliz, viajar por los porqués de cada cicatriz que llevas dentro”, es decir, pretende ser un salvavidas para aquellos que se sientan solos ante la oscuridad de la guerra, porque, en su gran mayoría, uno no elige si formar parte de un conflicto bélico, es más, ni se tiene oportunidad de poder abandonarlo. Es por ello que, desde nuestra posición, podemos elegir entre; mirar hacia otro lado o dar la mano y decir: “en este mundo de tormenta, quisiera darte refugio”, como dijo Saint-Exupéry: “el futuro no se puede adivinar, pero sí se puede consentir”, está en nuestras manos decidir qué acciones llevamos a cabo por los demás.

En síntesis, cabe recordar las palabras del Papa León XIV que, durante la Audiencia General del pasado miércoles 8 de octubre, lanzó a los presentes en la Plaza de San Pedro: “Ninguna caída es definitiva, ninguna noche es eterna, ninguna herida está destinada a permanecer abierta para siempre. Por distantes, perdidos o indignos que nos sintamos, no hay distancia que pueda apagar la fuerza infalible del amor de Dios.”

Dicho mensaje, junto con la canción “Straniero”, nos recuerda que en la vida lo más importante es ayudarnos unos a otros con el objetivo de construir una sociedad mejor, como dijo el Cardenal Matteo Zuppi: “La verdadera paz comienza con el pensamiento de ser todos hermanos.”

Acceder a la canción “Straniero”

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