STS 29 de mayo de 2014, rec. nº 888/2012
“(…) Es cierto que el acto anestésico es, por sí mismo, generador de un riesgo para la vida e integridad física del paciente y como tal es ajeno a la previa dolencia originadora de la intervención quirúrgica, lo que impide confundir la simplicidad de una determinada afección que se trata de solventar con la intervención quirúrgica, que puede ser sencilla y no comportar riesgos para la salud del paciente, con la anestesia, sea general o regional, que comporta en sí misma un riesgo evidente pese a los progresos alcanzados en los últimos años y la consiguiente disminución de los riesgos en su aplicación […] Pero lo que la recurrente omite es que la condena se produce no tanto por la existencia de un daño desproporcionado puesto que hay una causa que lo justifica, sino por el incumplimiento de las obligaciones propias de la responsabilidad demandada, o lo que es lo mismo, no estamos ante un riesgo propio de la anestesia, sino ante una incorrecta colocación del tubo de respiración endotraqueal y consiguiente vulneración de la ‘lex artis’ propia del médico anestesista, como con acierto se razona en la sentencia, con base en la pericial médica y prueba documental. Con esta base fáctica no resulta razonable entender lo contrario, como se interesa en el motivo, pues, acreditada la negligencia del citado demandado, era a este el que había de demostrar la diligencia necesaria para adverar su correcta actuación ante el cometido que le incumbía de hacer una correcta intubación, controlar y vigilar la función respiratoria y su monitorización y descartar en suma que la parada cardiorrespiratoria se produjo por otra causa interna de la paciente, que ni siquiera ha sido investigada” (F.D. 3º).