Fernando Bernardo era un joven asturiano adicto a las drogas, que pagaba las deudas generadas por su adicción, trabajando como mulero para la banda y que, si bien tuvo intención de dejar de colaborar con ella, por motivos de salud, decidió continuar, por temor a las represalias, terminando muerto, sin ser socorrido por ninguno de sus compañeros, a causa de la ruptura de una de las 67 bolas de cocaína que había ingerido.
Los narcotraficantes, tras dejarlo morir, realizaron una laparotomía al cadáver con el fin de recuperar las cápsulas ya ingeridas, para luego descuartizar el cuerpo y guardarlo en una maleta.
En la sentencia, el Tribunal considera que los hechos constituyen un delito de homicidio, como mínimo con dolo eventual, castigado con diez años de cárcel a cada uno, pues se entiende que en el momento en que le ordenan ingerir este tipo de cápsulas, los narcotraficantes eran conscientes del efecto que podría provocar la ruptura de una de ellas una vez ingeridas, es decir, asumieron el riesgo de muerte del joven mulero.
Asimismo, y debido a que la droga manipulada es de notoria relevancia, al quedar probado la participación de los cuatro en la extracción de las cápsulas del cadáver, y dado que el crimen se cometió en el seno de una organización criminal, la Sala les condena por un delito contra la salud pública.
No obstante, el Tribunal impone la máxima pena, basándose en la condición de ser el jefe de la banda y el ensañamiento demostrado al descuartizar a la víctima, a Eriberto, quién se deshizo de la maleta abandonándola en un bosque y quién, ya había sido detenido y condenado por un delito de estupefacientes en Suiza cuando intentaba introducir la droga extraída del cadáver del mulero en dicho país.
Laura Gutiérrez Rosales, estudiante en prácticas en el IDIBE
Fuente: Comunicación Poder Judicial